Miguel Coyula y la memoria iconoclasta

Memorias del Desarrollo / Miguel Coyula / Cuba / 2010 / 112 min.

Por Ignacio del Valle D.

¿Memorias del Desarrollo? Al evocar este título más de un interlocutor desprevenido puede pensar que estamos hablando de Memorias del Subdesarrollo, la obra maestra de Tomás Gutiérrez Alea (1968). Pero detrás del prefijo que separa ambos títulos se esconde todo un universo narrativo, pasamos del subdesarrollo cubano de los años sesenta al híper-desarrollo estadounidense de finales del siglo XX y del clásico de Alea al filme de un joven y prometedor cineasta cubano: Miguel Coyula.

A pesar de los cuarenta años que separan a las dos películas algunas cosas se mantienen. En ambos casos se trata de adaptaciones de novelas homónimas de Edmundo Desnoes y el protagonista es el mismo: Sergio, un inadaptado y mordaz intelectual cubano. Si la Cuba de la Crisis de los Misiles fue el contexto en el que se desenvolvía el primer filme y la primera novela, la obra de Coyula ahonda en la incomunicación y la falta de arraigo de un inmigrante cubano atrapado en los sinsabores de la mundialización.

La película nace como un verdadero gesto de rebeldía: casi completamente solo, sin financiamiento y sin el apoyo de la industria, Coyula encaró durante cinco años el proyecto de lo que sería la segunda parte de la película más famosa de la cinematografía cubana. Las posibilidades de naufragar eran enormes. Pero Coyula no sólo ha conseguido llegar a puerto, sino que además lo hace con un filme que se sostiene por sí sólo –sin necesidad de retomar el camino abierto por Alea- y que se encuentra entre los más interesantes del cine cubano de los últimos años. Sundance, New York, Washington, La Habana, La Muestra de Jóvenes Realizadores del ICAIC, Fribourg, Toulouse, Málaga: el periplo por los festivales de cine es casi tan amplio como el interés que la cinta está despertando. Encontramos a Miguel Coyula en el último Festival de Cine Latinoamericano de Toulouse (Rencontres Cinémas d’Amérique Latine de Toulouse), donde presentó la que sería, sin duda, la película más singular del certamen.

Blog de Cine Latino: ¿Cuándo y por qué te empezaste a interesar por esta segunda novela de Edmundo Desnoes?

Miguel Coyula: Memorias del Subdesarrollo es mi película cubana favorita, incluso antes de conocer a Edmundo tenía la fantasía de ver cómo sería Sergio (el personaje principal) en otro contexto, en este caso el del mundo desarrollado. Tenía esa idea, incluso tomé notas, pero nunca la llevé a cabo. Conocí a Edmundo Desnoes en 2004, lo invité al estreno de mi primera película , Red Cockroaches, (2003) en Nueva York y él me comentó que estaba terminando el manuscrito de lo que sería su novela Memorias del Desarrollo, que finalmente se publicó en 2007, en Sevilla. Yo empecé a trabajar en el guión casi inmediatamente. Hice una primera versión que era algo así como la novela condensada. Fue así como empezó.

BCL: Entiendo que Edmundo Desnoes estuvo al principio implicado en el proceso de la película, pero después se fue alejando.

MC: Después de escribir la primera versión del guión, que era muy fiel a la novela, empecé a filmar y a editar simultáneamente. Pero mientras editaba muchas veces se me ocurrían ideas nuevas y salía a filmarlas. En mi caso los procesos de preproducción, producción y postproducción se influencian entre sí. Poco a poco fue cambiando la estructura de la historia, empezando por algo fundamental, que es el hecho de que el personaje sea más joven. El personaje de la novela tiene ochenta años y viene a ser un alter-ego de Edmundo Desnoes, de hecho se llama Edmundo. El de la película tiene cincuenta y tantos. Como yo tengo treinta y tres años, creo que el personaje sirve un poco de puente entre mi generación y la de Desnoes. A mí me interesaba hablar de cosas más cercanas a mi generación. En la novela el personaje se va de Cuba en el 79, pero yo quería que pasara allí el Mariel (éxodo de aproximadamente 125.000 cubanos considerados contrarrevolucionarios, en 1980), la Perestroica y la caída del campo socialista en Europa. Eso disparó una serie de cambios radicales y Edmundo, al cabo de dos años de trabajo, consideró que el filme ya no representaba el espíritu de la novela y decidió distanciarse. No fue hasta que se terminó la película en 2010 cuando la vio completa. Primero la vio en un DVD y me mandó un correo electrónico donde me decía que la aceptaba como una interpretación de la novela por una nueva generación. Luego coincidimos en el festival de Cali y allí dijo que agradecía la imaginación, el amor y la intensidad que se habían invertido en traducir la novela al cine. En ese mismo viaje le hicieron una entrevista donde dijo algo interesante, y es que el personaje de Sergio puede reencarnarse en muchas generaciones. Es cierto, quizás por eso Memorias del Subdesarrollo sigue siendo tan vigente hoy en día. Puede funcionar como trama en cualquier sociedad del mundo, justamente porque Sergio es un personaje que no funciona en ningún lugar. Eso lo hace un vehículo ideal para analizar las sociedades con ojo muy crítico.


BCL: Memorias de subdesarrollo es una de las películas más importantes de los años sesenta en América Latina. Hay que tener mucho coraje o mucha temeridad para decidir hacer un filme que podría verse como su segunda parte. ¿No tenías temor ante ello?

MC: No. Yo siempre he sido bastante irresponsable. Siempre trato de hacer la película que me gustaría ir a ver al cine, independientemente de lo que puedan pensar los demás. Me interesaba mucho el personaje de Sergio. Por eso aprovechando que entonces vivía en Nueva York, me pareció que era el momento idóneo para hacer este proyecto. Era mi primera película que estaría anclada en un contexto histórico y social determinado, y por eso la utilicé un poco como un exorcismo para hablar de todo lo que pensaba de Cuba y de Estados Unidos. No tuve tampoco temor de que fuera una continuación. Habría sido un error hacer algo que pudiera entenderse como un homenaje a la primera película. Creo que la sensibilidad de Titón (Tomás Gutiérrez Alea) en el caso de Memorias del Subdesarrollo era más bien cercana a la Nueva Ola francesa y al Free Cinema inglés, con una puesta en escena donde la ficción seguía una estética documental. En mi caso es diferente, se nota la construcción cinematográfica en todo momento, incluso lo documental está deconstruido ya sea a través de la animación o del collage. Son dos estéticas diferentes. Pero sí me interesaba mucho de Memorias del Subdesarrollo la fragmentación narrativa, que es algo que desgraciadamente el cine cubano ha perdido en décadas posteriores.

BCL: Me imagino que habrás analizado la primera película en busca de los elementos que te interesaba conservar.

CL: No. Lo que sí te puedo decir es que en un principio yo pensaba hacer Memorias del Desarrollo completamente despojada de un contexto social. Entonces hice un experimento: tomé Memorias del Subdesarrollo y le extirpé todas las escenas documentales para ver qué sucedía. Me di cuenta de que la película perdía muchísimo, porque su poder no está en la relación de Sergio con las mujeres, sino que en el contexto social. A través de eso entendemos la alienación del personaje. Cuando me di cuenta de ello decidí poblar a Memorias del Desarrollo de referencias a la Historia. Están siempre dadas en forma de pinceladas, nunca doy fechas específicas. Me interesaba hablar a través del lenguaje de la memoria, porque uno no recuerda episodios enteros de su vida, sino que sólo fragmentos. Mi película comparte con Memorias del Subdesarrollo esa fragmentación narrativa. Como dijo un crítico, Carlos Velasco, en Memorias del Desarrollo la Historia está vista con mucho más desenfado. Un ejemplo de ello es la primera escena, donde se relatan los primeros años de la revolución a través de fotografías animadas de la revista Bohemia y dibujos animados. Ese periodo para Desnoes resultaba muy cercano, porque lo había vivido y verlo tratado así le chocaba mucho. Para mí sin embargo, era una historia con la que me habían bombardeado desde la primaria y por eso la veía así, como un dibujo animado, como figuras de cera… personajes que habían dejado de ser humanos y se habían convertido en estatuas.

BCL: ¿Se podría decir, entonces, que la película es una forma de ajustar cuentas con cierta educación o con ciertos mitos que te han inculcado?

MC: Yo creo que sí. Cuando hacía las animaciones con todos estos íconos, con la figura del Che, con Fidel, yo sentía un poco que tenía una regresión, me ponía a jugar con estas cosas… Yo siempre he sido muy iconoclasta. Utilicé la película un poco para eso. Santiago Álvarez me influencio mucho con su montaje de agit-prop, de propaganda. Creo que Now (1965) fue la primera película de él que vi y me impresiono mucho. Utilicé todas esas estructuras que desarrolló Álvarez, pero de una manera subversiva, para deconstruir esos discursos en mi película. Mi generación está harta de la política, nos cuesta mucho confiar en los políticos, nos hemos vuelto un poco individualistas en ese sentido. La película se trata un poco de eso, de la muerte de las ideologías en el siglo XXI. Por supuesto se puede interpretar de muchas maneras diferentes, pero, al menos, es eso lo que significa para mí.


BCL: Me interesa mucho el proceso creativo de la película: tú eres el guionista, el realizador, hiciste la cámara y el montaje. Es algo así como el Autor completo. ¿No crees que el cine es más bien un arte grupal y no individual?

MC: Yo creo que originalmente sí es grupal. Si no hubiera sido por la tecnología digital no habría podido hacer cine, porque yo necesito construir la película con mis propias manos. De hecho estudiar en la escuela de cine fue un choque para mí, yo había hecho ya dos cortometrajes trabajando de esta manera, y en la escuela, por supuesto, como te prepara para la industria, te obliga a trabajar con un editor, con un fotógrafo, etc. Pero a mí me gusta trabajar manualmente, sé el milímetro exacto en que quiero hacer la composición y el cuadro exacto en el que quiero cortar. Hacer pasar eso por una cadena de personas no me parece justo para ellos porque yo me convertiría en un dictador. Por otro lado, si no tienes dinero no puedes pagarles. Sería más fácil y rápido trabajar con un equipo, pero no puedes pedirle a nadie que trabaje gratis por cinco años.

BCL: Se podría hacer una metáfora entre Memorias del Subdesarrollo y Memorias del Desarrollo. La primera es una de las películas más importantes hechas por el Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográficos (ICAIC), con todo lo que eso significa en cuanto a estructura organizacional, lógica de producción, distribución y exhibición, mientras que tu película es justamente lo contrario. Así como los años hacen que el personaje de Sergio cambie, podría decirse que en esos mismos años han hecho que cine cubano cambie también y que quizás ahora, para seguir siendo creativo, debe hacerse fuera de la industria. ¿Qué opinas de esto?

MC: Lo que pasó en el ICAIC es que en el Periodo Especial, cuando ya había caído la Unión Soviética, se empezó a depender de inversionistas extranjeros. Se hicieron muchas coproducciones con España y otros países europeos y lamentablemente las imágenes que querían ver de Cuba eran las propias de la comedia ligera, con los elementos de color local, las mulatas bailando en el Tropicana, la playa, qué se yo. Eso fue muy nocivo para el ICAIC. Es triste, se hablaba mucho del Nuevo Cine Latinoamericano y han terminado haciendo géneros que no tienen mucha diferencia con la comedia romántica de Hollywood, cuando se suponía que el Nuevo Cine Latinoamericano y el Nuevo Cine Cubano supuestamente estaban destinados a dar una visión crítica de la sociedad. Pero gracias a la tecnología digital ahora surgen algunos grupos, no voy a decir un movimiento, porque no hay un movimiento como sí lo había en los años sesenta. Lo que empieza a haber son grupos que están produciendo películas fuera del ICAIC, aunque quizás lo hacen en forma demasiado individualista, pero bueno eso es resultado de nuestra propia generación. Estos grupos hacen películas de manera independiente, hablo sobre todo de documentales, con la ficción es más complicado, porque requiere mucho tiempo: lo que no tienes en dinero, lo tienes que gastar en tiempo.

BCL: Veo en muchas películas cubanas que se vuelve a una forma tradicional de entender el relato cinematográfico. Tú en cambio haces lo contrario. ¿Te sientes heredero del cine cubano de los sesenta?

MC: Ese es el cine que más me marcó a mí. El cine de los sesenta y de los setenta a nivel mundial es el que más me gusta. Me molesta mucho lo políticamente correcto, es algo que se ve hoy en el cine demasiado. Los cineastas están muy preocupados de que algo de lo que hacen pueda ofender a alguien. Así realmente no se puede hacer cine. A mí lo que me interesa es el cine de los antihéroes que es el cine de los sesenta y de los setenta. En Cuba me dijeron una vez que Memorias del Desarrollo tenía un lenguaje viejo. Yo respondí que para mí el lenguaje de los sesenta y de los setenta es más moderno que el lenguaje que se está utilizando en gran parte del cine tradicional de hoy en día.

BCL: ¿Pero es una herencia solamente estética?

MC: No. A mí lo que me interesa de ese cine es que resulta incómodo. El cine que se diseña para agradarle a una parte mayoritaria del público siempre me ha resultado sospechoso. Quizás por no hacer un cine de ese tipo tenga menos público, pero para mí lo más importante es irme a dormir sabiendo que hice la película que tenía que hacer.

BCL: ¿En qué está la distribución de tu película?

MC: Hasta ahora ningún distribuidor quiere tocarla.

BCL: ¿Por qué?

MC: Me doy cuenta de que los distribuidores tienen miedo de que la película no vaya a funcionar con un gran público. Aunque creo que a un público especializado sí le puede interesar.

BCL: ¿Te preocupa este punto? Una película tiene que llegar al público.

MC: Si llega, pues mejor. Para mí lo importante era hacerla como consideraba que debía. Si después se distribuye, pues mucho mejor, pero desde que empecé a hacerla sabía que iba a ser difícil la cosa.

BCL: En los próximos meses tú vuelves a vivir a Cuba, después de haber pasado años en Nueva York. ¿Cómo ves tu futuro como cineasta en la isla, sabiendo que las puertas del ICAIC no necesariamente estarán abiertas?

MC: Será tal como ha sido hasta ahora, seguiré siendo completamente independiente. En ese sentido, yo puedo funcionar en cualquier país del mundo porque lo único que necesito es una cámara y una computadora. Los actores siempre se pueden encontrar.

BCL: ¿Tienes miedo a presiones?

MC: No, yo creo que vivimos en una época diferente, en ese sentido. Hoy en día lo más que pueden hacer es ignorarte. Bueno, no es lo más que te pueden hacer, pero realmente no es algo que me preocupe.

BCL: ¿Me puedes adelantar algo sobre el proyecto que estás realizando ahora?

MC: Se llama Carretera Azul, es una película hasta cierto punto de ciencia ficción, sucede en un futuro donde las personas que tienen un poder adquisitivo mayor empiezan a alterar genéticamente a los hijos para que sean más inteligentes y capaces. Trata de cómo esta nueva capa social empieza a desplazar a las personas normales, quitándole los trabajos, hasta que se desencadena la violencia. Eso es lo que gatilla la historia de la película, pero aún estoy haciendo ajustes en el guión así que prefiero no contar demasiado.

BCL: Suena a una crítica rabiosa contra el capitalismo.

MC: Sí, hay mucho de eso. Una crítica a la perfección, a la imagen de la perfección.

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