‘Ted’, crítica: irreverente y divertida comedia gamberra

Era cuestión de tiempo que Seth MacFarlane, creador de las populares y exitosas ‘Padre de familia’, ‘Padre Made in USA’ y ‘El Show de Cleveland’, diera el salto a la gran pantalla.

Lo más lógico hubiese sido pensar que su debut se daría con un largometraje de alguna de sus series animadas o bien con alguna otra producción dentro del campo de la animación.

Sin embargo, MacFarlane ha optado por lanzarse a la piscina de la acción real con una comedia que incluye un único personaje animado (el osito de peluche que da título a la película) y que, por supuesto, mantiene las señas de identidad que le han hecho triunfar en televisión.

Con ‘Ted’, MacFarlane se marca un auténtico ‘Juan Palomo’ produciendo, dirigiendo, co-escribiendo e incluso prestando su voz al irreverente osito protagonista. Lo que en principio se concibió como una nueva serie de animación a sumar a su ya exitoso currículum, no tardó en devenir en una historia con potencial para la gran pantalla. _

Una historia que empieza en la Navidad de 1985, cuando John Bennett, un niño de ocho de años, ve su sueño hecho realidad: su osito de peluche cobra vida y se convierte en su mejor amigo. Por supuesto, semejante milagro no pasa desapercibido al mundo, y Teddy, como así bautiza John a su peludo amigo, pasa a ser toda una celebridad.

Transcurridos casi 30 años, el cuento de hadas empieza a ser un problema para John (Mark Walhberg), que no logra conciliar su amistad con Ted y su relación con Lori (Mila Kunis), que empieza a estar harta de tener que compartir a su novio con un osito de peluche parlante.

John quiere mucho a Ted, pero con el paso del tiempo éste se ha vuelto cínico, malhablado y problemático. Y en cierto sentido, ha sido un impedimento para que John deje de comportarse de forma infantil e irresponsable y afronte la vida como un hombre maduro.

Y es que a John no parece importarle mucho su futuro profesional, y las horas que no trabaja en una compañía de alquiler de coches  las pasa sentado en el sofá viendo la tele y/o drogándose con Ted, lo que empieza a colmar la paciencia de Lori. ¿Solución?  Buscarle a Ted un nuevo hogar y un empleo.

 Con esta mezcla de realidad y fantasía, MacFarlane nos sumerge en la complicada relación entre un hombre adulto y su oso de peluche; un oso que habla (sobre todo para decir palabrotas y cosas inapropiadas), come, bebe, fuma e incluso fornica.

Un osito vividor, maleducado y putero que empieza a ser en estorbo para la bonita pareja que forman Walhberg y Kunis.

La película recuerda un poco a ‘Tú, yo y ahora… Dupree’, siendo aquí el juguete el amigo puñetero que interpretaba Owen Wilson en aquella.  Un juguete cuyo pariente más cercano sería el alienígena de ‘Paul’, de Greg Mottola (incluso comparten el nefasto doblaje de Santi Millán gracias a la incompetencia de la distribuidora; ergo, imprescindible su visionado en v.o.)

Las vicisitudes de esta extraña combinación se enmarcan dentro del humor irreverente y políticamente incorrecto marca de la casa.

Y Ted es la clave de ese humor. Su actitud es desvergonzada, insensata y, en varias ocasiones, de lo más zafia. Es él, y no otra cosa, lo que hace que este filme marque la diferencia respecto al resto de comedias gamberras.

De todos modos, bajo las toneladas de sarcasmo, cachondeo y vulgar escatología, ‘Ted’ esconde también su corazoncito, y en ocasiones se decanta por mostrar su lado más tierno. Y no es una mala combinación si se sabe medir bien ambos polos.

MacFarlane lo consigue y logra que los momentos ñoños se digieran con facilidad dentro del disparatado (y a ratos absurdo) tono cómico.

En realidad lo que vemos aquí tampoco se distancia demasiado del habitual patrón que siguen la mayoría de comedias románticas, sólo que aquí la parte de ‘chico conoce a chica’ queda resumida a golpe de flashback.

El resto es más o menos similar: felicidad conyugal hasta que la pareja discute y luego vuelta a la felicidad conyugal cuando la pareja hace las paces. Claro que en medio de todo esto tenemos a un oso de peluche parlante obsesionado con las drogas, el sexo y… ¡Flash Gordon! (’Flash, Ahhhhhahhh, Saviour of the universe’)

Sí, amigos, Flash Gordon la película, la de las ochenta, aquella joya de la caspa kitch a la que muchos recordamos hoy día con un inexplicable y a la vez entrañable cariño. 

Su presencia en ‘Ted’ va más allá del simple guiño,  y termina cobrando un protagonismo inaudito, aunque ésta no es la única referencia cinéfila con que nos obsequia MacFarlane.

Lo cierto es que los guiños (de cine, música y televisión, y casi siempre entorno a los ochenta), junto a algún cameo inesperado, son de lo mejorcito de la cinta. El espectador más joven probablemente no captará muchas de estas coñas, pero el resto las disfrutamos de lo lindo.

Al otro lado de la balanza está, a gusto de un servidor, el humor escatológico imprescindible ya en la comedia gamberra actual y algunos segmentos un tanto hilarantes que rozan lo estúpido (las peleas a puñetazo/picotazo limpio…).

Pero esto ya es muy subjetivo, y me consta que este tipo de chorradas suelen provocar la carcajada del público.

En cualquier caso, MacFarlane acierta en su cachondo y divertido debut al celuloide y convierte a un personaje animado en el rey de la función.

Sus compañeros de reparto tampoco están nada mal.  Kunis, perfecta para este tipo de películas, me enamora cada día más; Walhberg sale indemne en el papel del inmaduro John, y nadie mejor que Giovanni Ribisi (que se pega unos sensuales bailoteos al son del ‘I Think We’re Alone Now’ de Tiffany) para hacer de pirado.

Igual podría haber sido más transgresora, más insolente… Pero lo que hay es suficiente para echarse algunas risas, que no es poco.

  • Vía póster | LaButaca.net

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